Mentiras climáticas y verificación de hechos

By Fresopolis

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Por qué millones de madres huyen

– y qué tiene eso que ver con nosotros

No es solo un fenómeno, es una tragedia global: millones de madres de África y Sudamérica dejan su hogar para trabajar en Europa, dejando a sus hijos atrás. Pero, ¿por qué lo hacen? ¿Y qué significa eso para los niños, para las mujeres mismas y, en última instancia, para todos nosotros?

La insoportable necesidad detrás de la migración

Las cifras son alarmantes: casi la mitad de los migrantes africanos son mujeres, y en América Latina la migración hacia Europa está altamente feminizada y suele llevar a una separación permanente. La mayoría de estas mujeres no son las más pobres de sus sociedades, sino personas a las que el destino no les deja perspectivas. A menudo ya ganan salarios competitivos en sus países, pero no es suficiente para alimentar a sus familias ni para ofrecer un futuro mejor a sus hijos.

Europa se ha convertido deliberadamente en un imán para estas mujeres. Nuestro continente envejecido necesita urgentemente personal de cuidados y ayuda doméstica, y las mujeres migrantes llenan ese vacío. Trabajan en hogares privados, cuidan de nuestros niños y mayores, mientras sus propios hijos crecen a miles de kilómetros de distancia.

Pflegekraft aus Afrika

El miedo constante y la explotación

El miedo constante y la explotación
Estas madres viven con el miedo constante de no poder mantener a sus seres queridos, ya que tienen dependientes, como hijos, en otra parte del mundo. Las cargas psicológicas son enormes. Muchas de estas mujeres experimentan las formas más graves de explotación laboral, equiparables a la esclavitud, la servidumbre y el trabajo forzado.

En un estudio con 364.000 mujeres encuestadas se constató:
Un tercio de las encuestadas fue obligada o se le pidió que no hablara con nadie. Algunas no podían salir de su lugar de trabajo, o solo podían hacerlo acompañadas. Cuatro mujeres informaron que debían pedir permiso a sus empleadores para llamar a sus familias. Están aisladas, sin derechos, a menudo sin protección laboral adecuada ni seguridad social. Muchas viven en alojamientos estrechos e insalubres, a veces compartiendo cama con niños ajenos o familiares, o durmiendo en el suelo. El miedo a ser descubiertas y deportadas les impide quejarse o buscar ayuda, especialmente si su estancia es irregular.

Los niños: perdidos, desesperados, heridos

Las consecuencias psicológicas para los niños que se quedan atrás son profundas y dependen de la edad:
Bebés y niños pequeños (0-3 años): Retrasos en el desarrollo, trastornos de apego, problemas emocionales. El desarrollo cognitivo se ve afectado, a menudo hasta la adultez.
Niños en edad preescolar (3-6 años): Conductas regresivas como mojar la cama, trastornos del sueño, agresividad. Los problemas socioemocionales son frecuentes.
Niños en edad escolar (6-12 años): Depresión, ansiedad, soledad, problemas escolares, conductas de riesgo como consumo de sustancias. El rendimiento académico se ve muy afectado.
Adolescentes (13-18 años): Mayor prevalencia de problemas psicológicos: soledad, ira, incomprensión, miedo, agresión, pensamientos suicidas.
Los niños se sienten “solos, enfadados, no queridos, ansiosos y preocupados”. La ausencia de la madre aumenta la vulnerabilidad a problemas psicológicos como depresión, ansiedad y dificultades para establecer vínculos emocionales.

Heimweh

La elección imposible: ¿quedarse o irse?

Las madres se enfrentan a una elección imposible: quedarse donde no hay futuro, o irse para enviar dinero a casa, dejando a sus hijos atrás. La esperanza de encontrar un “buen hombre” en Europa que ayude a la familia es una estrategia de supervivencia desesperada. Pero esta esperanza suele ser engañosa. Muchas migrantes trabajan en condiciones precarias, sin protección laboral ni seguridad social adecuadas.

Y aunque logren establecerse en Europa, a menudo no pueden traer a sus hijos. Las aerolíneas no permiten que los niños viajen sin el permiso del padre, incluso si el padre está desaparecido o no paga la manutención. Así, las madres son doblemente castigadas: dejan a sus hijos para darles una vida mejor y, aun así, no pueden reunirlos aunque lo deseen.

Un sistema global de explotación

La migración de madres no es un fracaso individual, sino el resultado de un sistema económico global que depende de mano de obra barata y traslada los costes psicológicos y sociales a los más vulnerables. Los niños que se quedan pagan un precio muy alto: pierden a su principal figura de apego, su seguridad emocional y, a menudo, sus oportunidades de futuro.

¿Qué podemos hacer?

Como Guardianes de la Tierra, exijo: ¡No podemos quedarnos de brazos cruzados! Debemos combatir las causas estructurales de esta migración, fortalecer los derechos de las migrantes y, sobre todo, no olvidar a los niños. Cada niño que crece sin su madre es un recordatorio de la injusticia de nuestro mundo.

Debemos crear condiciones de vida para que madres e hijos tengan un futuro en sus países de origen y no tengan que marcharse. Apoyemos a organizaciones como World Vision o Justdiggit, que trabajan para restaurar hábitats familiares y crear perspectivas sostenibles. Con cada donación, cada apoyo, cada consumo consciente, podemos cambiar algo.

Cada contribución cuenta – ¡actuemos juntos!
Ayúdanos a crear medios de vida en los lugares de origen. Apoya a World Vision, Justdiggit u otras iniciativas que den un futuro a las familias en su tierra. Porque cada niño que puede crecer con su madre es un símbolo de esperanza – y un paso hacia un mundo más justo.

 

El autor: Francesco del Orbe

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